Los gourmets chinos saborean sopa de manta en peligro de extinción, con un toque de ginseng y otras especies. La medicina oriental sostiene que igual que las mantas filtran el plancton, su consumo podría provocar un efecto depurativo en el organismo humano. Aunque la ciencia no haya demostrado tales beneficios, la creencia ancestral continua vigente. Las mantas podrían ser sustituidas por otros peces sin alterar el sabor ni las propiedades de la sopa en “peligro de extinción”.
Países como Maldivas han dado la voz de alarma sobre el asunto y han declarado las mantas animales protegidos. Sin embargo, los chinos las importan de México, África, Sri Lanka y otros lugares con legislación medioambiental más permisiva.
Con el fin de despertar conciencias nace la ONG “Manta Trust”, liderada por el británico Guy Stevens, que ha logrado identificar a un gran número de mantas que surcan los mares maldivos. Con el tiempo la ONG se ha integrado en dieciséis países.
Las mantas son consideradas el animal marino con mayor cerebro. A través del turismo generan 8,1 millones de dólares anuales para la economía de Maldivas y 10 millones de dólares en el mundo.
En el Caribe mexicano también se prepara una receta de sopa de manta y camarón. En los estados de Sonora y Sinaloa es tradicional cocinar el caldo de Cahuamanta, una mezcla de carne de caguama (tortuga) y mantarraya. La tortuga es otro de los animales en peligro de extinción y se vende en lugares clandestinos.
Mientras unos luchan por sobrevivir a la hambruna, otros buscan nuevas texturas y sabores. Sea como fuere, en cualquier cultura gastronómica es necesario fijar unos límites de ética sostenible. Evitar el consumo de especies en peligro de extinción es el objetivo número uno de todo foodie que se precie. Como defendieron los indios de las reservas: “Las cosas están relacionadas. Todo lo que hiere a la Tierra herirá también a los hijos de la Tierra. La Tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la Tierra”.
Consejos de consumo sostenible
Recordemos que se deben consumir siempre alimentos de temporada. El hostelero José Martínez recomienda raya con patatas, rape o rodaballo para consumir en Navidad. “El besugo y las sardinas son mejores en verano”, sostiene el propietario del restaurante “El Rompeolas”, en Tazones (Asturias).
Otro de los consejos sostenibles es comprar productos procedentes del kilómetro cero. Los ecologistas predican: «Los alimentos, cuanto más cercanos, mejor, menos transporte y menos emisiones de CO2. Además, así apoyas a los productores locales».
Apuesta por el producto fresco, natural, ecológico y de temporada. Evita los productos elaborados y envasados en exceso, compra todo lo que puedas a granel. Busca el etiquetado de certificación ecológica de carne de tu comunidad autónoma.
Asimismo, comprueba que el pescado no figura en la lista roja de Greenpeace. Mejor salvaje que de acuicultura y comprueba que haya sido pescado con métodos selectivos. Pregunta a tu pescadero si te surgen duda. La organización ecologista solicita que se retiren las ofertas de especies en peligro de los supermercados: “bacalao, rape o merluza, cuando son capturadas mediante el arrastre; y también cita los populares langostinos”.
Si te gusta el marisco, los verdes advierten sobre el consumo de langostinos. Su pesca salvaje afecta a otras muchas especies y el de acuicultura devasta los manglares. ¡Evítalo!
El tomate al no ser un producto de invierno, los ecologistas recomiendan utilizar tomate preparado en conserva durante el verano.
En el caso de los huevos aconsejan no comprar los números 2 y 3 que indican que provienen de gallinas criadas en naves y jaulas.
Para concluir, recuerda llevar la bolsa reutilizable o el carrito para realizar tus compras y no utilices nunca bolsas de plástico. Informa Alfredo Muñiz.
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