«Buenos días» con sonrisa, espetó la infanta Cristina de Borbón a su entrada en los Juzgados de Palma. Todo perfectamente estudiado; una imagen discreta y sencilla con sus vaqueros, chaqueta negra, camisa blanca y un móvil en su mano derecha.
Para la ocasión se ha elegido un Ford Cmax azul metalizado. La hora de llegada las 9.46 horas para no hacer esperar al juez Castro. El cochecito, sus abogados de alto abolengo y un ejército de Policía para proteger a la hija del Rey Juan Carlos, además de sus escoltas personales. La infanta evitó descender a pie por la rampa de la vergüenza, como sí tuvo que hacer su consorte Iñaki Urdangarin hace casi dos años.
Ahora la todavía duquesa de Palma se enfrenta al interrogatorio donde aclarará las preguntas relativas a su imputación por fraude fiscal y blanqueo de capitales, delitos que presuntamente cometió a través de la sociedad Aizoon S. L., un lucrativo negocio que comparte al 50% con su marido, el también duque de Palma. Supuestamente a esta mercantil se desvió buena parte de los fondos ilícitos captados por el Instituto Nóos, que en un principio tenía un carácter filantrópico y sin ánimo de lucro. Por lo visto, hay indicios que dejan entrever que dichos fondos se usaron para caprichos gastronómicos, entre otros gastos superfluos e innecesarios. Informa Alfredo Muñiz.
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