La gula es un pecado capital y el derroche en banquetes en tiempos de crisis no está bien visto por la alta jerarquía de la Iglesia Católica. Así las cosas, el Papa Francisco se cogió un cabreo de padre y muy señor mío cuando se enteró que 150 personas disfrutaron de un banquete de 18.000 euros durante la ceremonia de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II. Igual que la Patiño en un Sálvame Deluxe se puso el Papa al enterarse de que el convite fue celebrado en la azotea de la prefectura vaticana de Asuntos Económicos situada sobre la plaza de San Pedro. Empresarios, religiosos y periodistas aprovecharon la ocasión para disfrutar de un suculento buffet que fue sufragado por dos patrocinadores privados, una petrolera y un seguro médico. “Puedo asegurar que estos episodios no volverán a producirse”, espetó un emisario del Papa al conocer la noticia.
Un catering con comunión…
Una católica relaciones públicas del Vaticano podría haber sido la organizadora, sin embargo la señora argumenta que todo es un complot para desacreditarla ante el Santo Padre: “Esta historia es una idiotez y se debe a que mis enemigos me quieren desacreditar delante del Santo Padre. Yo estaba allí solo como miembro de la comisión. No he llamado a ninguna empresa. Todo lo ha organizado la prefectura. ¿Versaldi dice que no sabe nada? Puede decir lo que quiera. Yo no tengo necesidad de hacer lobby en el Vaticano: aquel día solo recé, me tomé una copa y me fui. Yo estoy concentrada en ayudar a los más necesitados, basta ver las fotos de mi Facebook”.
El sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda, secretario de la prefectura de Asuntos Económicos, aparece repartiendo la comunión con las hostias metidas en un vaso del catering en unas fotos que circulan por las redes sociales. Estos detalles ponen al Papa los pelos de punta.