Diferencias entre un directivo mediocre y un político de pacotilla
Los ejecutivos agresivos en ocasiones no dan la talla. En las grandes multinacionales corren el riesgo de aguantar dos telediarios. Así en muchas sociedades americanas, los directivos en puestos comerciales rotan o los sustituyen por otros cada cinco años, buscando la máxima rentabilidad de la empresa. Este fenómeno también está ocurriendo en España con la crisis del covid, al no ver cumplidos sus objetivos se van a la calle. Incluso el yanki de las grandes corporaciones bromea con los amigos: «Cada siete años hay que cambiar de coche, de mujer y de trabajo».
Si el profesional es honrado y competente no tiene problemas en colocarse en otra firma, suele aprovechar para tomarse vacaciones, durante un periodo cuando se marcha de la empresa. En este tipo de economías desarrolladas con bajo desempleo, denominan estos periodos «paro friccional». En ocasiones, el trabajador decide dejar su puesto de trabajo de forma voluntaria, ya sea para descansar, estudiar o para encontrar otro empleo mejor.
La gran diferencia entre un directivo mediocre en una Empresa Familiar y un político de pacotilla es que el puesto de convenencia de algunos parientes suele ser vitalicio; aunque sean torpes, ineficientes, carentes de liderazgos, ignorantes jurídicos y no logren los resultados deseados para el rango. El enchufado familiar prospera en la empresa y llega a creerse el rey del mambo cuando no se aplican unos criterios racionales de evaluación del desempeño. Todo lo contrario, el mediocre no puede ser criticado ni de forma constructiva; ante cualquier pregunta, coacciona a sus socios, los engaña, hace trampas, en resumidas cuentas impone su ley en su propio beneficio y llega a destruir a la familia y a su propia empresa, al carecer de escrúpulos y de talento. Sin embargo, al político de pacotilla lo podríamos elegir cada cuatro años. Otro asunto son las puertas giratorios que todos critican pero al final los peces gordos ocupan con sueldos millonarios para asistir a unas reuniones de un Consejo de Administración. Otro tema es el populismo, el intento de engañar al pueblo para mantenerse en el poder.
De ahí que tanto el político como el ejecutivo venden su alma al diablo a cambio de cualquier precio.
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