A los padres empresarios
Querido papá, tú me enseñaste a luchar por la honradez, por las buenas causas, por la ética en la vida. Tu ejemplo ha sido mi mejor aliado a la hora de enfrentarme con los conflictos. Desde pequeño me has dado la oportunidad de conocer a los mejores maestros en el arte de la guerra, tus amigos emprendedores siempre me trataron como a un discípulo aventajado.
Además, me regalaste los recursos para poder enfrentarme al peor enemigo y salir victorioso. Me diste una formación privilegiada. Tuve el honor de estudiar Económicas y Empresariales, aunque no era mi verdadera vocación, terminé la carrera para que estuvieras orgulloso de tu hijo primogénito.
Cuando me concedieron una beca en el extranjero me pareció que tenías miedo a que me alejara. Recuerdo el día que regresé a Madrid, después de 11 meses en Irlanda. Tenías un Consejo de Administración en Callao. Nada más terminar, me metiste en un tren nocturno para llegar a casa cuanto antes. Fue la única vez que viaje contigo en locomotora desde la capital del reino a nuestro Principado de Asturias. A ti te encantaba conducir, pero habías tenido un accidente de tráfico del que saliste vivo de milagro. Tenías prisa y el resultado fue siniestro total.
Sea como fuere, nunca entendí aquella urgencia por regresar, no tuvimos tiempo ni de cenar tranquilos. Tu objetivo era estar al pie del cañón al día siguiente. Siempre eras así, en plenas vacaciones, me pediste regresar para controlar el business. Ocho horas de viaje sin dormir para llegar a casa a las 5 de la madrugada, y reincorporarte a la oficina antes de que el gallo cantara.
Recuerdo en una ocasión cuando trabajaba en Oviedo, me llamaste por teléfono para que prepara un viaje a Londres ipso facto, como si te fuera la vida en ello. Tuve que abandonar mi propio trabajo para acompañarte. Para ti era lo más importante en aquel momento, y no te podía defraudar. Tu empresa era lo primero. Una pena que aquella estancia londinense no diera los frutos deseados. Otro gallo cantaría. En un viaje a París ocurrió algo semejante y cuando fuimos a Vancouver, necesitabas a un secretario con idiomas.
Incluso en mi época de estudiante universitario, tuve que posponer un examen para ir contigo a Düsseldorf. Y cuando me invitaste a Nueva York y Washington coincidiendo con los exámenes de fin de curso. Esa vez rehusé la tentadora propuesta. Aunque para ti, lo primero era lo primero.
Tantos aviones me han forjado un alma de trotamundos incansable. Los aeropuertos son para mí una fuente de inspiración y un momento para escribir mientras esperas el próximo vuelo.
Pueden surgir imprevistos, pero siempre los resuelvo. ¿Te acuerdas cuando nos retuvo la policía en Miami y por poco perdemos el vuelo a Cancún? Tengo amigos que tuvieron que pasar una noche en aquella sala, mi ángel de la guarda me ayudó a solucionarlo en media hora. Tu estabas orgulloso de verme discutir en inglés.
Vivimos momentos felices y tristes. Risas y broncas. Tuvimos conversaciones sensatas y discusiones inolvidables. Una discordia amigable hasta el final.
Mamá siempre dijo que los dos éramos líderes natos, de ahí nuestras guerras. Yo entre risas comentaba: “Afortunadamente, la raza mejora con la evolución de las especies…” Aunque como bien sabes quedó una batalla por conquistar. Tu decías que todo estaba arreglado: “No busques problemas donde no los hay”.
Sé que si vivieras otro gallo cantaría. Estoy convencido de que podríamos llegar a un acuerdo de paz.
Sin embargo, desde tu ausencia, he agotado la vía diplomática. Ya sabes lo que reza en mi novela EL TESTAMENTO DEL GALLO, disponible en Amazon: “Amiguiños sí, pero a vaquiña polo que vale”.
Tú, me preparaste para cuando llegara la hora de la verdad. La bomba de relojería continúa latiendo; y ya está a punto de estallar. Es necesario pasar de la palabra a la espada y que Dios los coja confesaos. Sabes que soy un gran espadachín y tengo un ángel de la guarda.
¿Fragmento de mi próxima novela de ficción o evocación a mi autobiografía?
Las relaciones entre padres e hijos siempre son complejas. Lo importante es saber dialogar, negociar, consensuar y llegar a un acuerdo. No obstante, en ocasiones la paz familiar es imposible de mantener. Huye de aquellos que desprecian tus ilusiones. Lucha por tus intereses y no te dejes engañar.
Si en el sexto no hay perdón, ni en el noveno rebaja, ya puede el señor llenar el paraíso de paja. Hoy en día, hay pecados que se destapan a diario en los telediarios, como el «No robarás»…
LIDERAZGO según el COMPORTAMIENTO ante la SUCESIÓN en una EMPRESA FAMILIAR
EL MONARCA: permanece hasta el final pero desarrolla una actitud solidaria con sus hijos.
Supervisa la formación de sus príncipes y les ayuda en su espinoso camino hacia la cumbre.
EL GOBERNADOR: sabe ceder el testigo, se marcha de la sociedad para organizar una sucesión planificada. Suele emprender nuevas batallas con amigos empresarios.
El EMBAJADOR: delega el mando y se preocupa de que las relaciones entre la familia y la empresa sean correctas, para ello impulsa acuerdos, convenios y mantiene un diálogo permanente fomentando la participación e interviniendo solo cuando es necesario.
EL GENERAL o DICTADOR: controlará todo hasta el final, llega a despreciar y relegar a sus vástagos, su ley está por encima del bien y el mal, incluso promociona gestiones ilegales en beneficio de unos herederos y en perjuicio de otros, en ocasiones, de forma irracional. El sistema caciquil funciona hasta la muerte del “gran líder”, entonces comienza la revolución y se arma la marimorena.
Cada familia es un mundo. Con los años que me quedan por vivir: «A vaquiña polo que vale»
Muchas sagas se ven identificadas con mis historias, pero cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
¡Vive el momento!, ¡Vivir es urgente!
Aprovecha el tiempo y no lo malgastes.
Como sentenció Horacio hace más de 2.000 años: ¡Carpe diem!
Feliz semana del padre. Disfrútala y dialoga antes de que sea tarde. Alfredo Muñiz
ESTUPENDO, MAESTRO.
Gracias