El deseo gastronómico en USA previo a la inyección letal
Antes de que se paralice el corazón por los efectos del cloruro de potasio y el bromuro de pancuronio, los condenados a la pena capital americana tienen derecho a su último capricho gastronómico. Los menús predilectos antes de ir al patíbulo son: hamburguesas, pizzas y helados. Casi todos quieren volver a sus recuerdos de la niñez en sus últimas horas entre los vivos. Así Dobbie Gillis Williams se pegó un atracón de barritas de caramelo y un helado. Timothy McVeigh, ejecutado por poner un coche bomba frente a un edificio del FBI y cargarse a 168 personas, pidió dos buenas raciones de helado de chocolate con galletas. Mientras que Lawrence Brewer sí quiso darse un homenaje gastronómico antes de morir y se fue con un atracón de indigestión.
En realidad, existen peticiones para todos los gustos, en el caso de Lawrence Brewer pidió un bol de una hortaliza caribeña, la ocra. Además para no irse con hambre se engulló dos filetes de pollo con cebolla, una triple hamburguesa de queso con bacon, una tortilla de queso con tomates, pimientos, carne picada y jalapeños, tres fajitas, una pieza de barbacoa, una pizza y tres cervezas de raíz. Como postre se conformó con un helado de vainilla y mantequilla de cacahuete.
Phillip Workman se fue en ayunas a la tumba pero pidió que repartieran pizzas vegetales a los sintecho de su ciudad, Nashville. Aunque el estado se negó a cumplir su última voluntad, un grupo de activistas organizó la entrega de pizzas callejera.
Los hay que se marchan con la esperanza de la vida eterna, así Ricky Ray Rector rumorean que tras disfrutar de un filete, un pollo frito, un refresco americano. Optó por dejar su trozo de pastel de nueces para después de la inyección…. Claro que los hay que susurran que no le funcionaba muy bien el cerebro.
Un menú en una cárcel estadounidense puede consistir en: hamburguesa con queso, patatas, alubias, galletas y un vaso de mosto. El condenado puede pedir lo que quiera antes de morir, aunque no le van a permitir todos sus caprichos. En el estado de Florida, las últimas cenas solo pueden incluir productos que se compren en el mercado local y cuyo costo no supere unos 30 euros. En otras prisiones ya tienen un menú diario y el recluso puede elegir entre la selección carcelera su favorito.
Lawrence Buxton, ejecutado por asesinar al dependiente de un supermercado, encargó un filet mignon, un pastel de piña, fruta, té y café para su última cena. El chef preparó un chuletón en lugar del filet mignon. El reo se marchó al otro mundo feliz con su ración de carne y así se lo comunicó al capellán que fue a confesarle. En caso de que pidan platos caros, suelen ser sustituidos por sucedáneos. Así en plena crisis el solomillo es sustituido por una hamburguesa.
Quizá la anécdota más romántica sobre últimas cenas antes del jeringazo, haya sido protagonizada por Víctor Feger que tan sólo pidió una aceituna con hueso. Soñando que una vez muerto un olivo florecería en sus entrañas. Informa Alfredo Muñiz.