La confusión entre propiedad y gestión es uno de los cánceres de las empresas familiares. Algunos socios piensan que tienen derecho a privilegios leoninos, simplemente por participar en la dirección de la sociedad. Incluso quieren gestionar el patrimonio del resto de herederos a su conveniencia, causando con ello una ruptura en las relaciones familiares, y en ocasiones, delitos societarios y de administración desleal que conducen a pleitos millonarios.
Para evitar dichos desencuentros es necesario profesionalizar los órganos de gestión. Así las cosas, el Consejo de Administración debe de estar constituido únicamente por personas capaces de velar por los intereses de cada socio, y no exclusivamente por intereses particulares, disfrazando el asunto con el embriagador “yo hago lo mejor para la empresa”.
Si se necesita dinero para una mejora en el negocio, se tendría que solicitar un préstamo al banco, y no jugar con el patrimonio de otros socios, a no ser que estos acepten financiar un proyecto a cambio de una rentabilidad razonable. Sea como fuere, al mezclar negocios con familia y empresa es arriesgado. Debido a que algunos parientes piensan que pueden disponer a su gusto del patrimonio de su hermano o de su primo. La historia siempre termina igual, en desencuentros que se solucionan ante un Juez, con el consiguiente coste material y emocional.
Para evitar conflictos, nacen las Family offices, «oficinas de gestión de patrimonios familiares».
Estas plataformas de inversión están dedicadas a gestionar grandes patrimonios: inversiones financieras, inmobiliarias y empresariales. Además, asesoran sobre fiscalidad; ayudan a planificar la sucesión; y se comprometen a colaborar en una planificación global de los intereses de todas las partes que componen la sociedad.
El concepto tradicional de family office (FO) se centra en un negocio dirigido para una sola familia. Aunque con el tiempo surgen las multi family offices para abaratar costes.
Su principal función consiste en centralizar la gestión de un patrimonio familiar significativo.
El objetivo es la transferencia del patrimonio entre generaciones. Teniendo en cuenta que no todos los socios tienen los mismos intereses, y que es necesario respetar los intereses de cada accionista. Si se encuentra un profesional independiente y que medie para lograr el bien común, se logrará una empresa sana, una familia unida y un patrimonio rentable.
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Alfredo Muñiz.