Carta a la Reina Doña Letizia pidiendo un salvavidas para los pueblos de España

A Su Majestad la Reina Doña Letizia

Palacio de La Zarzuela. Carretera del Pardo s/n. 28071 Madrid. España

Salinas – Asturias, 21 de mayo de 2021

Majestad, la pasada edición de verano tuve el honor de entrevistar a su abuela Menchu para la revista que dirijo, VIAJAR, VIVIR y SABOREAR; me encantó el desparpajo de sus respuestas y su amor por Asturias, en especial por Sardéu, su pueblecito de Ribadesella. Muy cerca, en Colunga, se haya otra famosa aldea popular por su gaitero, nos referimos a Libardón, a los pies de la sierra del Sueve.

La brisa marina se entremezcla con los aires de la montaña, y alerta de un SOS, que mi primo Manuel Capellán ha sabido plasmar con maestría en un artículo titulado “El cierre del bar, la muerte del pueblo”.

Capellán describe con minucioso detalle las actividades que se fueron desarrollando en el bar de Libardón a lo largo de su historia: refugio de los vecinos en los días alegres de fiesta, y en las jornadas tristes de luto para mitigar sus penas. Escenario de teatro, oficina del veterinario, sucursal bancaria, tienda, centralita de teléfonos, lugar de encuentros y cotilleos, entre otras usos. El bar debería ser catalogado Bien de Interés Cultural.

La pandemia y las redes sociales transforman la sociedad hacia un nuevo paradigma de cultura tecnificada. Necesitamos más contacto humano, aunque sea con mascarilla e hidrogel. Salgamos de casa a dar un paseo, quedemos a tomar un café o una cerveza en el bar de la esquina, pisemos la arena de la playa o la hierba en la montaña. Tengamos tiempo para ver crecer las flores. La vida nos ofrece miles de planes, además de navegar y conocer gente por las redes sociales.

Los mios güelos nun tenían Internet, pero tenían la meyor rede social. Nos referimos al chigre asturiano, que bien conoce nuestra Reina Letizia.

El bar donde nuestros abuelos iban a jugar a las cartas y a tomar un culín de sidra o a chatear con los amigos. La juventud actual prefiere el botellón o chatear por Internet. Recobremos la cordura y vivamos la vida, sin preocuparnos tanto del postureo de Instagram o de los mensajes de WhatsApp.

Mi revista del pasado invierno tuvo como protagonistas los pueblos más bonitos y pintorescos de España. La próxima revista de verano 2021 de VIAJAR, VIVIR y SABOREAR estará dedicada a las maravillas naturales de España. Me encantaría que la propia Familia Real opinara sobre sus rincones favoritos; algunos lugares son conocidos por el gran público, como el cariño de la Reina por Ribadesella o la pasión del Rey Felipe VI por Baqueira Beret, Formigal o Candanchu, pero otros son inéditos.

Al realizar reportajes de algunos de los pueblecitos, me he dado cuenta de que la mayor parte de zona rural de nuestro país es víctima del despoblamiento, pese a su relevante patrimonio cultural. Como botón de muestra, Rubielos de Mora en Aragón cuenta con palacios, iglesias y edificios históricos del s. XVI que sorprenden en una villa perdida de Teruel de poco más de 600 habitantes. A lo largo del siglo XX, la evolución demográfica de Rubielos ha sido siempre negativa, desde los 2.257 habitantes de principios de siglo hasta los 570 de 1991. No obstante, en los últimos años se observa una leve recuperación. Veremos con el covid…

Otra de las muchas zonas despobladas es la comarca de Sanabria en Zamora. En la revista del próximo verano dedicaremos un reportaje al lago y su entorno. Don Felipe lo visitó cuando aún era un niño, recuerdo las balsas que construyó con sus compañeros, cerca de la poza donde me solía bañar, y seguro que él se lo relatará con orgullo regio.

También sé que nuestra Reina, Doña Letizia, veraneaba en un camping de la Costa Brava, y seguro que visitó los pueblos más recónditos de Cataluña.

Hace unos años, coincidí con la Princesa y la Infanta en Astún, estoy convencido que les dejó huella aquella escapada a la nieve y sus contactos con los pueblecitos del Pirineo aragonés, además de las visitas privadas a Sardéu para ver a la bisabuela Menchu, aprovechando para mostrarle a Don Felipe el Monte Pegadín y ejerciendo de guía por ese sendero de cabras que tan bien conoce, presumiendo desde lo alto de la cumbre de las majestuosas vistas. «Esto sí que es un señor trono», le podría espetar al Rey consorte, recordando sus visitas desde la infancia.

¿Conocen Sofía y Leonor las estaciones asturianas de Pajares y Fuentes de Invierno? Recordemos que pertenecen a su Principado…

Espero que esta carta sirva para concienciar sobre la necesidad de promoción turística de los pueblos de España, y que la Familia Real se una a la campaña, y contribuya así con su granito de arena a evitar que se cierren más negocios hosteleros.

España, más que nunca, necesita una dosis de esperanza y optimismo para combatir la crisis. “Viajar sirve para ajustar la imaginación a la realidad, y para ver las cosas como son en vez de pensar cómo serán”, cita de Samuel Johnson e información de Alfredo Muñiz.

Les dejo con el artículo íntegro de Manuel Capellán Pérez y su amado Libardón que en plena pandemia cierra uno de sus buques insignia.

El cierre del bar, la muerte del pueblo.

El pasado 2 de mayo, cerró el último bar de Libardón, La Nava. Había abierto sus puertas en 1887 por iniciativa de la familia de Casimiro Fernández y Gabina Casanueva, que habían hecho fortuna en Chile y decidieron abrir el negocio, tras la reciente inauguración de la Carretera de Lastres a Infiesto que permitía conectar el puerto de Lastres con Riaño (Castilla), a través de la Collada de Arnicio y el puerto de Tarna, siguiendo el trazado de un antiguo “Camino Real”.

Hasta mediados de los cuarenta, regentó el negocio la citada familia y en 1963 vendió la propiedad a Manuel Cortina y Argentina Huerta que la traspasaron a Gonzalo Ardisana y Violeta Rivero en 1987. En 2001, sufrió una remodelación con la que modernizó su aspecto, pero perdió el glamour que le daban sus más de 100 años de historia.

La Nava, fue toda una institución. No sólo permitía aprovisionarse de lo más importante (comida, bebida, ropa, perfumes, utensilios de cocina, aperos de labranza), sino que facilitaba las relaciones sociales después de misa, de un entierro o al atardecer. Hasta bien entrados los años sesenta del siglo pasado, en “La Nava” como en “Casa Manolo”, se practicaba el “trueque”, es decir, se intercambiaban huevos caseros por café, azúcar o chocolate ya que el dinero en efectivo era escaso.

En el salón se representaban obras teatrales por compañías ambulantes hasta mediados de los años sesenta y se celebraban bodas, banquetes y bailes (fundamentalmente en Navidad, Año Nuevo, Reyes, Ramos y Pascua), ya que en esa época las fiestas se ajustaban al calendario religioso; Navidad, Semana Santa y fiestas patronales en verano.

En la Nava, se disputaban numerosas y reñidas partidas de cartas (brisca, tute, subastau, escoba) y el ambiente, cuando se televisaba algún F. C. Barcelona – Real Madrid o Real Oviedo – Sporting de Gijón, era tan apasionado como en el propio estadio. En los años setenta, se podían depositar quinielas de fútbol y hasta bien entrado el siglo XXI, en la bolera, se disputaron partidas de bolos las tardes de los domingos y torneos coincidiendo con las fiestas de San Roque y la Feria.

Era el lugar de reunión cuando los servicios policiales acudían, una vez al año, para facilitar la renovación del carnet de identidad y donde el veterinario acudía a vacunar a los perros cada año. En los años sesenta y setenta, fue el lugar donde el director de la Caja Rural de Colunga citaba, a primeros de mes, a quienes cobraban la pensión a través de esta entidad para facilitarles el cobro de la misma sin desplazarse a la capital del concejo. También fue la sede fundacional de la Escudería Sueve, creada en 1979, hasta su traslado a Gijón a finales de los ochenta.

Desde los años cuarenta fue el único teléfono público de Libardón, facilitando la comunicación con familiares y amigos. En 1985, se automatizó el servicio telefónico y se terminaron las largas esperas para contactar con otros teléfonos a través de varios operadores intermedios. En aquel momento, parecía imposible que 10 años después aparecieran los teléfonos móviles y quince años más tarde, la irrupción de Internet que lo cambiaría “todo”; las relaciones personales, el comercio, la producción industrial y la organización del trabajo, esto último acelerado por la aparición de la pandemia del Covid 19 en 2020.

En estos 134 años fue testigo mudo de los cambios tecnológicos y sociales que transformaron Libardón; el nacimiento de la Sociedad Vecinal de Fomento (que permanece activa) y los primeros vehículos de motor de explosión en la primera década del siglo XX, la electricidad en la segunda, la radio y el teléfono en la tercera,  la guerra civil y la postguerra en los años treinta y cuarenta, la televisión en los cincuenta, la incipiente mecanización agraria y mejora de carreteras y caminos en los sesenta y setenta, la mejora de las infraestructuras eléctricas (plan de electrificación rural) en los ochenta, la telefonía móvil en los noventa e internet en la primera década del siglo XXI, en la que el barrio de Grandiella se quedó vacío tras la marcha de Ricardo y María.  También contempló la presencia del médico (1908-1971), la muerte del “Gaiteru Libardón” (1932), la consulta semanal de un dentista  (1960-1979), el cuartel de la guardia civil (1920-1968), el final de un sacerdote viviendo en la casa rectoral (1973),  el cierre de las escuelas como consecuencia de la implantación de la Ley General de Educación (1975), el cierre de la cooperativa agrícola (1963-1985), el de la mina de carbón de Carrandena (1980-1986), o el botiquín de primeros auxilios (1955-1990).  Por último, presenció el declive demográfico de la parroquia, sin darse cuenta que era su propio declive. Los libardoneses tenían que buscar mejores horizontes abandonando el valle que les vio nacer y durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, emigraron a Suramérica (fundamentalmente Chile) y centro América, mientras que a partir de la década de los cincuenta dirigieron sus pasos hacia Europa y a los centros de producción asturianos (Gijón, Oviedo, Avilés, La Felguera).

Un final que no por esperado fue menos triste, porque el declive demográfico de Asturias en general (casi 1.100.000 habitantes en 1990 y muy poco más de 1.000.000 en 2021), y de sus zonas rurales en particular, fue imparable (los más de 1.400 habitantes en los doce barrios de la parroquia en 1940 se redujeron a poco más de 120 en la actualidad, mientras los casi 8.000 del concejo de Colunga en ese año,  superan ahora por muy poco los 3.200, habiendo perdido el 24 % de la población en los últimos 20 años). Poco se hizo para fijar población en estos territorios, aun cuando todos estamos de acuerdo en que no nos podemos permitir el lujo de tener vacío gran parte del mismo, tanto por razones ecológicas como económicas. Cuando el jabalí, el lobo y el oso, acosan a las personas que cuidan los cultivos, los pastos y los bosques y a las vacas, los caballos, las ovejas y las cabras que los aprovechan, resulta difícil entender la ecología. Al menos para quien nació y creció en una aldea respetando, cuidando y disfrutando del entorno porque de él dependía el sustento familiar. Por Manuel Capellán Pérez.

RETO: VACACIONES VERANO 2021

En estos momentos nos encontramos maquetando la edición de verano 2021 de la revista VIAJAR, VIVIR y SABOREAR, dedicada a las maravillas naturales de España. Los anunciantes interesados pueden consultar nuestras tarifas cliqueando sobre este link.

Les adelanto la portada verano 2021 de VIAJAR, VIVIR y SABOREAR:

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