Se imaginan en medio de un funeral de cuerpo presente a un polaco en pleno show estilo Harlem, pero desvariando a causa del alcohol o de las drogas. Todo ello en una iglesia gótica asturiana en Avilés, la villa del Adelantado de la Florida.
El espíritu del mismísimo Santo Tomás de Canterbury parecía iluminar al poseído por Satanás intentando exorcizarlo, mientras sonaba el órgano, ante la imagen de la virgen de Covadonga y un Cristo perplejo ante el espectáculo.
Desde mi banco observé la grotesca escena; cómo el polaco poseído por algún espíritu diabólico gesticulaba de forma exagerada; se daba golpes en el pecho y balbuceaba palabras ininteligibles como si quisiera rebatir el sermón sacerdotal.
De repente, en medio de la misa funeral se levantó “como Judas por su casa” en dirección al féretro o al altar o a charlar con el sacerdote. Quién sabe con qué pretensiones.
Un amigo marcó el teléfono de la policía municipal e intentó poner orden en el asunto. Hubo un instante de desconcierto al interrumpir la misa y varios familiares de la difunta también se levantaron por temor a lo que pudiera ocurrir.
El sacerdote charló con el espontaneo educadamente, lo tranquilizó y lo acompañó hasta la sacristía para que abandonara la iglesia. Todo se resolvió de forma amigable gracias a las excelentes dotes de comunicación del clérigo o tal vez a un exorcismo. Mi enhorabuena al presbítero. Todos pudimos seguir rezando cristianamente.
Desconozco si el intruso se encontraba ebrio, drogado o con problemas psíquicos. Sea como fuere, al ver al polaco recordé a otro personaje que encontré recientemente en el Vaticano. Creo que un vídeo vale más que mil palabras para describirlo.
