Más vale maña que fuerza, todo fariseo termina desenmascarado

En la novela EL TESTAMENTO DEL GALLO, disponible en Amazon, el personaje más fariseo es Josemita, un hijo de papá con un puesto de conveniencia y sueldo de ministro gracias a su apellido en la empresa familiar de huevos y gallinas de la cual se aprovecha en detrimento del resto de herederos.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y omitís lo más importante de la ley; la justicia, y la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro”, Mateo 23.

El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano”. ¿Realmente se creía lo que decía?

Los fariseos ponían mucha atención a los ritos, ceremonias, ordenanzas y a los hechos exteriores que les daban la apariencia de ser rectos, pero no les preocupaba realmente ser rectos en su corazón. Por eso Jesús se refirió a ellos como hipócritas. Eran solo fachada.

Hoy en día, se califica de fariseo a una persona hipócrita que finge una moral, unos sentimientos o unas creencias religiosas que no tiene. Lo importante es el postureo, la moral, los valores y la honradez les importa un bledo. Pueden ir a misa de doce los domingos y luego pasarse los mandamientos de la Ley de Dios por el forro. Lo relevante es que se les vea en misa y guardar esa apariencia de católico, apostólico y romano. Si es bien vestido y de peluquería mucha mejor… La falsedad es utilizada para manipular las circunstancias en función de su beneficio propio. Su palabra es la ley, su verdad es absoluta, no existen otros principios ni otras alternativas. No hay posibilidad de llegar a un acuerdo justo.

El término fariseo procede de la época cuando Jesucristo habitó entre los hombres. Entonces, los fariseos eran un grupo religioso judío que se caracterizaba por observar escrupulosamente los preceptos de la Ley mosaica; se interesaba más por las apariencias que por seguir el espíritu de la Ley. Informa Alfredo Muñiz.

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