Geishas, sushi, cerezos en flor, pagodas, budas junto a edificios de diseño futurista. Tradición milenaria y modernidad inaudita. Los reyes don Felipe y doña Letizia visitan Tokio en el momento más florido de los cerezos en flor. Los japoneses han elaborado una especie de calendario con el pronóstico de floración del cerezo en las distintas regiones del país. En estos momentos, Tokio se encuentra en un momento mágico con sus jardines repletos de flores de cerezo. El pueblo japonés lo celebra con meriendas de campo, hasta los ejecutivos acuden al parque Ueno de Tokio y preparan un improvisado picnic sobre la hierba. Los más ingeniosos construyen mesas con cajas de cartón y se sientan sobre plásticos. Consumen cerveza, sake, refrescos, té y el “bento box”, una especie de picnic que puede consistir en sushi o en una caja sorpresa con distintas tapas japonesas. Los más jóvenes se citan en los parques en plan “botellón” civilizado donde no queda ni un resto de basura.
La floración dura poco más de una semana y es uno de los símbolos que marcan la fugacidad de la vida. Igual que la bandera japonesa, el blanco de la bandera representa la vida y el rojo la muerte.
Así las cosas, los reyes de España dan la bienvenida a la primavera con la magia de la floración en el país del sol naciente. En los jardines del Palacio Imperial de los emperadores del Japón, Akihito y Michiko, los árboles también se encuentran en su mejor momento para que los monarcas den un paseo bajo las flores blancas y rosadas. Además, Felipe y Letizia se hospedan en el Palacio de Akasaka, una de las dos residencias del gobierno de Japón con románticos jardines y fuentes. Desde 1974 el palacio se ha reconvertido en la casa de invitados del Estado.
Palabras de Su Majestad el Emperador en el Banquete de Estado
En el discurso de la cena de gala de bienvenida. El emperador nipón agradeció el Premio Príncipe de Asturias a los “Héroes de Fukushima”, tras el terremoto del Este de Japón que tuvo lugar hace 6 años. El entonces Príncipe de Asturias entregó el galardón a los oficiales de la Policía, del Cuerpo de Bomberos y de las Fuerzas de Autodefensa que dedicaron todo su empeño en hacer frente al accidente en las centrales nucleares de Fukushima Uno.
Por otro lado, el emperador japonés recordó: “Ahora, el llamado “cherry blossom front” (“frente del florecimiento de los cerezos”), el pronóstico climatológico del florecimiento de los cerezos, está atravesando el archipiélago de Japón hacia el norte. Cuando nos traspase este frente del florecimiento de los cerezos, tendremos una época en la que irán creciendo rápidamente las hojas jóvenes de los árboles de cerezo. Nos sentimos muy afortunados de poder recibir a Sus Majestades los Reyes en la mejor época para experimentar esta alegría de primavera. Les expreso mis sinceros deseos de que esta visita culmine con una agenda muy fructífera para Sus Majestades los Reyes y de que las relaciones entre nuestros dos países sean aún más profundas. Deseando todos los éxitos y salud para Sus Majestades”.
Los reyes jugando con un robot japonés
Asimismo, los señores de Borbón visitaron el Museo Nacional de Ciencias e Innovación para apoyar los proyectos bilaterales científicos y tecnológicos entre España y Japón. Durante el recorrido estuvieron acompañados por el primer astronauta japonés y por el robot Asimo. El robot les dio un mensaje de bienvenida y les mostró algunas de sus habilidades. Asimo chutó un balón, dio un salto y pidió una foto con los reyes. Felipe VI le pasó una mano por la cabeza y la señora de Borbón le tocó un brazo. La robótica es una tendencia creciente en el Japón del siglo XXI que se prepara para los próximos Juegos Olímpicos.
Entretanto, la magia de Japón rezuma por sus calles, sus paisajes, sus templos y sus gentes. La filosofía zen se descubre en sus jardines, en sus hoteles tradicionales y en una filosofía de vida digna de admiración.
Hospitalidad, educación exquisita, prudencia, seguridad, puntualidad y un sentido pragmático de la existencia encontrarán los reyes en su visita.
Otro de los ritos tradicionales que presenciarán los monarcas será la ceremonia del té, seguramente agasajados por el arte de las geishas, que les entretendrán con sus bailes en fiestas, reuniones y banquetes.
Torii, la puerta entre lo profano y lo sagrado
Otro de los must go de los reyes, será la visita a un torii, un arco tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios sintoístas, marcando la frontera entre el espacio profano y el sagrado. El torii consiste en dos columnas sobre las que se sustentan dos travesaños paralelos, frecuentemente coloreados de tonalidades naranjas o rojas. Tradicionalmente, los torii eran de madera o piedra, pero recientemente se han comenzado a fabricar en acero.
El santuario de la diosa Inari posee, además del torii de acceso, muchos otros, erigidos uno detrás de otro, formando pasadizos a veces muy largos. Una persona o compañía exitosa en los negocios a menudo dona un torii como muestra de gratitud. El santuario de Fushimi Inari, en Kioto tiene miles de estos arcos que, por lo visto, algunos con el nombre en japonés de la empresa o persona que lo ha donado. Incluyendo los pequeñitos se calculan alrededor de 10.000 toriis.
El origen de la palabra torii es desconocido. Una teoría desvela que el primer carácter puede venir de tori (que significa pájaro) y la i de (lugar), por tanto representa un lugar diseñado para que los pájaros se posen. Esto se debe a que en el sintoísmo, los pájaros son considerados mensajeros de los kami. Otra opción es que el término provenga de toriiru (pasar y entrar).
Una antigua leyenda japonesa relata que la diosa del sol Amaterasu, tremendamente molesta con su travieso hermano, se había ocultado en una caverna y tapado la entrada con una roca, provocando un eclipse. Los hombres, temiendo que el sol no volviera, construyeron por consejo de un sabio una gran pértiga para pájaros y colocaron allí todos los gallos del pueblo. Cuando los gallos comenzaron a cacarear ruidosamente, la diosa no resistió la curiosidad y se asomó fuera de la cueva, abriendo apenas la entrada. Un enorme luchador de sumo empujó entonces la roca, permitiendo salir al sol. Dicha cerca para los gallos fue supuestamente el primer arco torii de la Historia. Desde entonces, el torii se convirtió en símbolo de prosperidad y buena suerte; su uso se extendió por todo Japón e incluso traspasó fronteras a otros países con formas parecidas, como las puertas de Tailandia, India, Nepal, China o Corea.
En el próximo número de la revista VIAJAR, VIVIR y SABOREAR publicaremos un reportaje sobre dichas costumbres japonesas.
Informa Alfredo Muñiz.
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