Artículo «censurado» de Alfonso Ussía y bofetada de Juan Luis Cebrián a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

«Me acaba de comunicar mi director, que mañana, por primera vez en 15 años, no saldrá por censura interior mi artículo en La Razón», tuitea Alfonso Ussía. Al parecer, el rifirrafe comenzó cuando el subdirector del periódico llamó a Ussía para decirle que iba a compartir página junto a Paco Marhuenda, algo que, no sentó nada bien al articulista. Coincidiendo con el escándalo, la tribuna de El País es firmada por Juan Luis Cebrián para propinar una bofetada al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y a su socio Pablo Iglesias. Lo que oyen.  Bajo el título «Un cataclismo previsto», el periodista subraya: «Las principales instituciones mundiales denunciaron hace meses que un brote de enfermedad a gran escala era una perspectiva tan alarmante como realista y alertaron de que ningún Gobierno estaba preparado». Denuncia públicamente que ha habido «negligencia por parte de nuestros gobernantes». Añade: «Se ha reaccionado tarde y mal. Faltan camas hospitalarias, falta personal médico, faltan respiradores, y falta también transparencia en la información oficial. En nuestro caso los periodistas tienen incluso que soportar que sus preguntas al poder sean filtradas por el secretario de Comunicación de la Moncloa». Para rematar, anima a los ciudadanos a «denunciar al Gobierno por su nefasta gestión». (…) «Es lícito suponer que, además de las responsabilidades políticas los ciudadanos tendrán derecho a demandar la reparación legal si hay negligencia culpable. Cunden a este respecto las dudas sobre la constitucionalidad en el ejercicio del estado de alarma. Se han suspendido en la práctica, aunque el decreto no lo establezca así, dos derechos fundamentales, el de libre circulación y el de reunión. No se discute el contenido de las medidas, del todo necesarias, sino la decisión de no declarar el estado de excepción que sí cubriría sin duda alguna dichos extremos, como también la movilización del Ejército».  Conclusión de Cebrián: «La impresión dominante es que el gobierno es prisionero en sus decisiones de los pactos con sus socios de Podemos y los independentistas catalanes y vascos. En una palabra, la conveniencia política prima, incluso en ocasiones tan graves como ésta, sobre la protección ciudadana».

Al parecer primero se difundió que el artículo censurado era Son ellos, pero por lo visto este artículo ya había sido publicado el pasado 23 de marzo (lunes) en La Razón. Luego se afirma que el artículo censurado es El Charlatán y circula un borrador del mismo. Sea como fuere, reproducimos los dos artículos supuestamente «censurados» de Alfonso Ussía que circulan por las redes sociales. Espero que el maestro nos de autorización para su difusión.Desconocemos si ambos son autoría de Ussía, se lo hemos enviado por twitter y esperamos que pronto nos confirme o aclare su autoría. En cualquier caso juzguen ustedes mismos:

1. El charlatán, escrito presuntamente por Alfonso Ussía (según mensajes de Internet sin confirmar su autenticidad)

Sánchez no se atreve a enfrentarse a una rueda de prensa abierta, libre y sin censuras en las preguntas. Es un timador. El pasado martes habló – mejor escrito, leyó-, durante una hora para no decir nada, y terminada su lectura, un hombre muy respetuoso, le formuló cuatro cariñosas preguntas cuyas respuestas ya tenía preparadas. El periodismo también es culpable. Se confirma, que aprovechando el barullo y la paralización de la ciudadanía en sus encierros domésticos, Sánchez ha ratificado al comunista bolivariano Iglesias en la Comisión del CNI. Me decepcionó que Casado se olvidara de semejante barbaridad. Esa designación supera con creces el calificativo de traición, pero al español confinado esos detallitos no le preocupan, de momento. Si ya quedó mal Sánchez leyendo su homilía y respondiendo a las preguntas elegidas de cuatro amiguetes, ya me dirán lo que hubiese ocurrido si los periodistas que asistieron a la prédica verborreica de Sánchez hubieran sido profesionales libres. -¿Por qué admitió usted que uno de sus vicepresidentes en cuarentena, se sentara a su lado en un Consejo de Ministros? ¿Por qué no tuvo usted la firmeza cívica de obligarle a abandonar la mesa? ¿Relaciona usted el contagio del coronavirus de su esposa y la compañera de Iglesias con la manifestación feminista del 8 de marzo? ¿ Ha leído usted las conclusiones de la OMS y de una buena parte de los dirigentes europeos que consideran una barbaridad haber permitido esa concentración? ¿Fue el vicepresidente Iglesias el que le coaccionó para actuar con tan demostrada irresponsabilidad y cobardía? ¿Sabía ya, cuando autorizó semejante gamberrada infecciosa que pocas horas más tarde declararía el Estado de Alerta? ¿Dónde están esos 200.000 millones de euros de los que usted presume? ¿Ha iniciado su reparto, o está a la espera de reunirlos? ¿Por qué ordenó en su momento, a principios de su mandato, el desmantelamiento del hospital de campaña más avanzado del mundo diseñado y construido por el Cuerpo de Sanidad Militar? ¿Relaciona usted el lamentable contagio de su esposa con su asistencia a la manifestación y los besos que intercambió con la ministra de Igualdad, la gran promotora de la farsa? ¿Confía usted en la creciente mansedumbre de los españoles durante su confinamiento hogareño, o teme que finalizada la cuarentena, actúen judicialmente contra ustedes por su insuperable incompetencia, sus mentiras, sus ocultamientos y sus desvergüenzas en la gobernación de España? ¿Recibió en su momento los informes científicos que le advertían de una propagación masiva del virus si no se adoptaban las medidas necesarias para impedirla? Y por último, señor Sánchez. Como Presidente del Gobierno de una Estado democrático y libre, al menos hasta su llegada al poder, ¿por qué impide la presencia y las preguntas de los periodistas independientes, tal como hicieron sus predecesores, incluido el calamitoso y nefasto Rodríguez-Zapatero? ¿Se trata de una consigna soviética de Podemos? Y perdón, porque la última nunca es la última. ¿Por qué sigue bajándose los pantalones, y posteriormente los calzoncillos, y después de ello mostrándoles el culo a los separatistas catalanes para que le propinen una patada en el trasero de todos los españoles? Gracias, señor, Sánchez. Le deseamos una feliz estancia en su hogar, y una pronta comparecencia, acompañado de su cómplice antiprofiláctico ante el Tribunal Supremo. Creo que haría usted bien en saber que su vicepresidente en cuarentena que se salta la cuarentena, y cuya compañera padece de la pandemia, llevó a la manifestación a una niña de pocos meses de edad, lo cual es de esperar que se le antoje como una imprudencia establecida en los ámbitos del delito contra los menores.

Una hora de cotorra y cuatro preguntas preparadas. Para mí, que el periodismo libre haría bien en sentirse avergonzado. No está España para saberse gobernada por Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón o los inspectores de policía de los libros de Tintín, Dupont o Dupond. ¡Qué tediosos y afectados botarates! Le preguntaron en una rueda de prensa libre, en la Casa Blanca, al Presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Johnson el motivo de su reafirmación en el cargo de Director del FBI del nada popular J.Edgar Hoover. Y Johnson, que no tenía la respuesta preparada respondió con lozana frescura y sinceridad. «Es mejor tener a ese individuo dentro de mi tienda y meando hacia afuera, que fuera de mi tienda y meando hacia dentro». El problema de los españoles no se soluciona buscando la bondad o maldad de elegir bien el destino de la micción. Los españoles tenemos a dos individuos, socios de Gobierno, que están en la azotea haciendo pis hacia abajo, allá donde nos encontramos todos, y sin boina.

No obstante, uno confía en una reacción ciudadana cuando se abran las puertas de nuestras casas y las voces de la indignación puedan ser oídas. Y las empresas que presumen de periodismo libre, que se lo miren o dejen de enviar a sus profesionales a una representación teatral.

2. Son ellos, escrito presuntamente por Alfonso Ussía (según mensajes de Internet sin confirmar su autenticidad)

Son ellos

Se lo dijo el General de la UME a los extremeños devastados por las bofetadas de la naturaleza:

«No os preocupéis, porque cuando creáis que no os queda nada, siempre tendréis a la UME».

A la UME, a la Legión, la BRILAT, a la BRIAC, a la BRIPAC, a la Infantería de Marina, a los intendentes de la PCAMI, a los médicos y soldados de la BRISAN, a los MOE, a los Infantes, a los Caballeros, a los Artilleros, a los Ingenieros, a los Marinos, a los Aviadores, y a todos los que componen ese milagroso conjunto de españoles vocacionalmente dedicados a distribuir el bien sin pensar en compensaciones económicas. Son ellos, todos ellos, de Tierra, de Mar y de Aire, entregados a la defensa y el bienestar de sus compatriotas.

Son ellos, de una casta diferente. Casta huida de las ambiciones personales, los enriquecimientos, las ambiciones y los elogios. La Casta de verdad, la de los españoles que renuncian al oro para darnos el oro de la lealtad, el sacrificio y la abnegación. Oro macho en los soldados, oro mujer en las soldados. Cada año, mayor mengua en presupuestos, y mayor entrega, trabajo y sacrificio para suplir la disminución de sus posibilidades en beneficio de subvenciones a chiringuitos, talleres de masturbación, producciones de un cine que no sirve para nada, golfos de la gorronería, y toda suerte de generosidades con quienes convierten en asco de estercolero el esfuerzo impositivo de los españoles.

Los medios audiovisuales han invertido más tiempo en recrear una cacerolada comunista contra el Rey –peronismo y boliviarianismo-, que en elogiar la insuperable ayuda de las Fuerzas Armadas en un episodio tan trágico como el que transcurrimos. Y no dedico mi elogio a la ministra de Defensa, Margarita Robles, del antiguo PSOE, por no perjudicarla, porque entre ella y la ministra Calviño se compenetra la eficacia y honorabilidad de este Gobierno de España entregado al comunismo del socio principal y la infecciosa novia del socio principal, responsables de muchas muertes por la imposición de unas manifestaciones de lelas entregadas a la demagogia menos presentable. Así de claro.

Son ellos. Ya desplegados por toda España. Se ocupan de los ancianos, les llevan víveres, levantan hospitales y campamentos y no pierden ni un minuto de concentración ni la oportunidad de animar a los que sufren con una sonrisa. No pierden el tiempo en discursos ni mentiras. Para un militar, la mentira es una mancha en su uniforme. Si Sánchez vistiera un uniforme militar, de Tierra, de Mar o de Aire, tendría que llevarlo todos los días a la tintorería para que lo limpiaran de lamparones y adherencias indeseables. Sucede que los militares no están para medir de la mentira y la indignidad del Gobierno. Se limitan a cumplir con su deber y trabajar por sus compatriotas sin mostrar desprecios ni rencores. Por eso, son ellos la buena Casta. La otra la rechazan sin necesidad de reconocerlo.

Ya han fallecido guardias civiles, y ya, muchos militares siguen trabajando a sabiendas de que se contagiarán en los próximos días. Muchos de ellos han sobrevivido a peligrosas misiones en el exterior, y saben tratar con naturalidad la cercanía de la muerte. Cuando todo termine, ellos volverán a sus unidades orgullosos de su espíritu, como si no hubieran hecho nada. Retomarán su día a día, su instrucción, la dureza de sus entrenamientos, la búsqueda de la excelencia en sus deberes, y renovarán su promesa de servir hasta el agotamiento y la muerte a los españoles, incluidos los que les insultan, minimizan y rechazan.

No dudarían en arriesgar su vida por salvar la del concejal de la CUP que desea toser en sus rostros para contagiarlos. Dicen los periodistas a sueldo de sus empresas y el poder político que «los militares han tomado las calles de las ciudades y pueblos del país», siempre regateando el uso de las tres sílabas que conforman la palabra más bonita de nuestro idioma, España.

Los militares no han tomado ninguna calle, han salido de sus unidades, brigadas y cuarteles cumpliendo una orden. Y lo han hecho sin tomar nada, sino ocupando las calles de las ciudades y de los pueblos que les pertenecen en igual medida que al resto de los españoles. No para infectarlas, como las feminazis de Irene Montero, sino para hacerlas respirables, sanas y tranquilas. Los gobernantes infectan y los militares se juegan la vida para desinfectar lo que han podrido los gobernantes. Ellos, desde su decencia, conforman la Casta de los mejores. Sin pretenderlo, nos dan la lección de la ejemplaridad cívica. No van a encontrar excesivos elogios entre los comunicadores destruidos por su sesgo y su desvergüenza. Porque están destruidos, por millonarios que sean, lo saben y aprovechan los últimos días de su infectado prestigio. Ellos, los militares, jamás les afearán su conducta. Trabajan, enferman y mueren con la generosidad seca del deber cumplido. Con ellos se mantiene la esperanza en España. Por su patriotismo orgulloso. Libres de la ambición económica y sujetos a la grandeza de su constante servicio. Del más alto General o Almirante al último soldado recién incorporado: Siempre gracias, y siempre a vuestras órdenes. A las de todos. Por ellos.

Alfonso Ussía

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