Para unos es un bodrio de un decadente Pedro Almodóvar que intenta hacer gracia con su obsesión por la homosexualidad y el sexo. Para otros, la última comedia del director manchego es una genialidad que pretende criticar la realidad de una España en crisis con el pueblo adormecido por la élite. Temas como la corrupción o la falta de comunicación por parte de los que ostentan el poder que no cuentan la verdad sobre lo que está ocurriendo; los supuestos escarceos amorosos del rey de España con una actriz de nombre Norma, y la bisexualidad de personajes que se parapetan en matrimonios que no funcionan en la cama pero que guardan las apariencias. Así es el cine de Almodóvar, una locura de guión con escenas de sexo y pensamientos libidinosos cargados de humor. Desde una virgen pitonisa de la muerte hasta unos azafatos gays con más pluma que un pavo real y una azafata travesti que ha narcotizado a los menos pudientes. La clase turista permanece dormida durante todo el viaje para que no reaccione, drogada por el poder. Cuando hay que ocultar la verdad lo mejor es que no sepan nada de la realidad …
Al comienzo del filme sale Antonio Banderas y Penélope Cruz en un mini papel que no tiene continuidad, una especie de cameo que promete pero que queda en nada.
Política, demasiada pluma y algunos golpes de humor
En el avión de la compañía “Península” viaja el expresidente de una caja de ahorros quebrada que se quiere fugar a México. En tierra dejó a su mujer abandonada y a su hija que se dedica al sadomaso, ejerciendo de dominatrix. En la película leen el diario La Vanguardia, donde destaca un artículo sobre los diez peores casos de corrupción en España, Bankia ocupa el primer puesto.
Los protagonistas azafatos, Joserra, Fajardo y Ulloa, no pueden soltar más pluma y hasta sorprenden con un númerito musical en play back con coreografía loca, creando una especie de cabaret gay en pleno vuelo para distraer a los pasajeros de business. Los actores que encarnan a los camareros aéreos son Javier Cámara, Carlos Areces y Raúl Arévalo. Además también hay una azafata travesti que se mantiene dormida durante todo el vuelo.
La virgen vidente también está obsesionada con el sexo, ejerce de pitonisa tocando los paquetes de los pilotos. Deja entrever que sueña con una linterna como sustituto fálico y termina tirándose a un inmigrante de clase turista que se encuentra completamente dormido. Un polvo vaticinado por ella misma.
Tacos, azafatos alocados que consumen tequila y un altar de un templo budista que parece una caja de muñecas realizado con recortables.
¿Un Pedro Almodóvar que pretende provocar?
Con dos Oscars en el bolsillo Pedro Almodóvar se ha dado el gustazo de provocar al público con prejuicios y desencantar al que buscaba arte. Parece sugerir que ante los problemas cotidianos no hay nada como un buen polvo, ya seas gay, bisexual o hetero. También se vislumbra un guiño a las drogas y a los cócteles con sustancias prohibidas, algo políticamente no muy correcto. La mescalina con propiedades alucinógenas se convierte en una distracción más. El agua de Valencia con sustancias prohibidas como remedio para curar el pánico ante un aterrizaje forzoso también surge efecto y al final cada uno confiesa sus secretos más ocultos.
Almodóvar retrata al banqueros corrupto que termina apostando por la familia; al asesino a sueldo que se retira por amor y a una señora de vida alegre que se ha hecho millonaria gracias al sexo con gente influyente. Estos personajes de pandereta representan a los “business”, un reflejo de los dirigentes en época de vacas flacas. La Norma Boss, interpretada por Cecilia Roth, es claramente una parodia de la presunta historia de Bárbara Rey con el rey Juan Carlos.
Guillermo Toledo es otro de los protagonistas de la clase “Business” en su papel de actor mujeriego que ha abandonado a su novia desquiciada y sigue enamorado de otra de sus amantes. Sin olvidar al sexy Miguel Ángel Silvestre que también disfruta de un polvo salvaje en pleno vuelo con su novia sonámbula.
Demasiado deseo, escaso erotismo y una pizca de humor es la combinación de Almódovar en tiempos de crisis. El manchego no tira la toalla ante su público más indignado aunque no logra epatar como en sus tiempos más gloriosos.
La película carece de la frescura y naturalidad de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. No llega a la categoría de obra maestra, aconsejable para olvidarse por un momento el verdadero drama de la crisis profunda. En definitiva, un guión almodovariano para pasar el rato y evadirse de la falta de ética empresarial, el paro, los desahucios y la escasez de oportunidades laborales. Informa Alfredo Muñiz
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