Para ser un verdadero rey hay que tener liderazgo, lo demás es mero postureo, caciquismo o puestos de conveniencia gracias al apellido. El líder es aceptado por todos porque sabe escuchar y llegar a acuerdos. Si intenta imponer su opinión se convierte en un dictador. El gran problema es la soberbia y la avaricia de los dictadorzuelos que solo piensan en sus propios intereses. Un postureo de rey que se queda en gatito avaricioso.
“El que reparte siempre se lleva la mejor parte”, reza el refrán. La famosa “parte del león”. El dicho proviene de una fábula de Esopo.
El toro, la cabra y la oveja se alían con el león para ir de caza. A la hora de repartir, el león divide la presa en cuatro partes y dispone: “Para mí la primera, porque me corresponde. Esta otra me la llevo por ser el más valiente. Y la tercera, como premio a mi destreza”. A la hora de arrebatar la cuarta, le preguntan: “¿Por qué tienes derecho también a ese trozo? Y él responde: “¡Porque soy el león!”.
Las cláusulas leoninas no deben admitirse en ninguna negociación. Ya sea fabulando con un león en la selva, un zorro en el gallinero o una urraca en la cocina, en tales casos lo mejor es emprender acciones legales y dejarse de pamplinas. Por desgracia en las culturas dictatoriales la mediación es imposible y prefieren aplicar dichas cláusulas leoninas; estos casos se resuelven en el Juzgado.
Para concluir, me gustaría recordar a John F. Kennedy, uno de los precursores de la filosofía mediadora: «No cerremos los ojos a nuestras diferencias; prestemos atención a nuestros intereses comunes y a los medios con los que conseguiremos resolver dichas diferencias».
Informa Alfredo Muñiz

