¿Una bomba de relojería o una apuesta por la mejora continua?
La economía queda gravemente resentida y sus consecuencias ya son muy graves. La incertidumbre se apodera del futuro de millones de empresas. Son tiempos para reflexionar sobre nuestras debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades. El maldito covid ha dejado huella en las empresas y en las circunstancias personales. La pérdida de seres queridos es irreparable. El concurso de acreedores en determinados negocios en crisis tendrá complicada solución.
Las pérdidas de puestos de trabajo aunque vaya recuperándose gradualmente, en la actualidad la situación es caótica. El incremento impositivo disminuirá el poder adquisitivo del consumidor, unido a la inflación y al incremento de desempleo provocará una ralentización del crecimiento económico. España tardará mucho tiempo en recuperarse.
Innovación: un camino sin destino final
Es un momento de centrarnos en las oportunidades para implantar un sistema de mejora continua en nuestra empresa, e intentar buscar líneas de diálogo para perfeccionar o corregir las relaciones con nuestros socios.
Si contamos con liquidez o acceso a préstamos se podría invertir en el negocio en tiempos de pandemia; realizar un esfuerzo para compartir visiones e ideas que ayuden a nuestros clientes a salir de la crisis económica y social. Planificar obras en los momentos de descenso de la actividad comercial para causar los mínimos inconvenientes a nuestros consumidores. Invertir tiempo en mejorar nuestra web; actualizar nuestro logo; promocionar nuestro negocio en las redes sociales; montar una tienda on line, incluso es posible con aplicaciones gratuitas como Shopify o WooCommerce, o poner en funcionamiento nuevos servicios de Click and Collect (Compra en línea y Recogida en nuestros almacenes).
Aprovechar para formarnos en contenidos que puedan aportar un valor añadido a la empresa. Buscar nuevos proyectos para diversificar o plantearse procesos de expansión, todo dependerá de los recursos disponibles. Las grandes fortunas aprovechan para adquirir negocios en crisis a precio de saldo, y reflotarlos una vez pasada la tormenta.
El Gobierno de una empresa familiar
La mejora continua también debe aplicarse a las relaciones con nuestros socios, ya sean familiares o externos. La situación de incertidumbre afecta a toda la sociedad; genera miedos y desconfianza. Es necesario aprender a gestionarla con transparencia y con una comunicación fluida sobre los planes estratégicos. El accionista tiene derecho a ser informado de la gestión y debe ser aclarado de los resultados obtenidos; más aún cuando las sociedades presentan pérdidas. Por eso, el simple hecho de revisar las escrituras -que es una información pública, al alcance de cualquiera- no debe ser motivo de debate como si se tratara de un intento de Golpe de Estado. Sino todo lo contrario, analizar la situación de una empresa y buscar los puntos débiles con espíritu constructivo, implica proponer soluciones y alternativas que pueden beneficiar los intereses comunes.
El derecho a no pertenecer a una empresa familiar
En cualquier caso, el accionista siempre es libre de negociar su salida si considera que su participación no está obteniendo los rendimientos esperados en el presente y las expectativas futuras no son halagüeñas, o si prefiere invertir en otro negocio que le inspire mayor confianza.
Otro asunto bien distinto, es elegir el momento adecuado y fijar un precio de valoración que contente a ambas partes. Siempre desde un punto de vista amigable buscando una salida gradual que no perjudique a la empresa, e implementado un acuerdo de valoración justo.
En caso contrario, se perderá el tiempo y el dinero en juicios, o en torpezas como vender la participación a la competencia o a un fondo de inversión buitre que puede provocar la desaparición de la empresa familiar para integrarse en una multinacional. Algo más habitual de lo que se piensa.
¿Qué ocurre en las dictaduras empresariales?
El problema surge en las dictaduras empresariales donde no existe el diálogo, y donde la formalización de los Órganos de Gobierno es inexistente, ni interesa corregir dicha debilidad. Se confunde gestión con gobierno; propiedad con capacidad de liderazgo.
¿Cómo debe actuar un accionista responsable ante tal situación?, ¿qué ocurre cuando no existe interés por parte de la Dirección en facilitar información básica sobre la gestión?
Una opción es solicitar la documentación por burofax o acudir a la vía notarial, por carta notarial o pidiendo al notario que acuda al establecimiento para que conste las peticiones, y el resto de las partes asuma sus responsabilidades.
Sin embargo, en mi opinión es mejor buscar a un mediador o someterse al arbitraje, es decir, que una tercera persona independiente busque las vías para centrar a las partes en los intereses comunes y se llegue a un acuerdo.
El problema surge ante culturas totalitarias en las que es imposible mediar. El respeto a la identidad debería ser una necesidad básica del ser humano, y con las necesidades básicas no se juega. Cada persona posee capacidad intelectual para pensar por sí mismo, y es capaz de decidir sobre cuáles son sus propios intereses, y desconfiar de alguien que cree lo que le conviene. O de alguien que quiere imponer sus criterios justificando la situación por circunstancias como “la paz familiar”. Hay que centrarse en lo realmente es relevante, aclarar condiciones equitativas y fijar límites; buscar soluciones ecuánimes que busquen igualdad entre las partes si se quiere llegar a un acuerdo justo.
Los grandes bufetes especializados en consultoría familiar cuentan con la colaboración de un psicólogo para intentar facilitar el diálogo y hacer ver la realidad. En ocasiones, el gran líder se ve rodeado de aduladores que lo idiotizan, véase la fábula del rey desnudo escrita por Hans Christian Andersen, y su mensaje de advertencia: “No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad”, y “No hay preguntas estúpidas, sino respuestas inteligentes”.
En vuestras manos está activar o desactivar la bomba de relojería.
El traje nuevo del emperador, por Hans Christian Andersen
Hace muchos años vivía un rey obsesionado por su vestuario.
Un día, oyó a dos de sus súbditos comentar que podían fabricar la tela más suave y delicada del mundo. La prenda tendría la especial capacidad de ser invisible para cualquier estúpido.
Por supuesto, no había ninguna prenda mágica, la estafa consistía en que los pícaros se quedaban con los ricos materiales que solicitaban para fabricar el inexisten vestuario.
El emperador envió a dos de sus hombres de confianza para supervisar la fabricación del poderoso atuendo. Evidentemente, ninguno de los dos admitió que era incapaces de ver la prenda, por el contrario, la alabaron como si se tratara de una joya. Toda la ciudad cuchicheaba sobre el fabuloso traje y deseaban comprobar cuán estúpido era su vecino.
Los estafadores simularon que ayudaban al rey a ponerse la inexistente prenda, y el emperador salió desnudo en un desfile, sin admitir que era demasiado inepto o estúpido como para poder verla.
Toda la gente del pueblo alabó enfáticamente el traje, temerosa de que sus vecinos se dieran cuenta de que no podían verlo, hasta que un niño exclamó:
“¡Pero si va desnudo!”
La gente empezó a cuchichear la frase hasta que toda la multitud gritó que el emperador iba desnudo. El rey lo oyó, y supo que tenían razón, pero levantó la cabeza y terminó el desfile.
Informa Alfredo Muñiz. Relacionado: La parte del león con el zorro en el gallinero y la urraca en la cocina
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