En esta tragicomedia que es la vida te encuentras a personas liantes por naturaleza, que siempre quieren tener razón, y que son capaces de mentir hasta la saciedad. Y cuando se destapa la mentira, ahuecan el ala, se hacen el longui o la víctima, hasta incluso, los más gilipollas se creen con la autoridad moral de replicar, sin admitir que han sido descubiertos en sus falsedades o manipulaciones. Nunca tiran la toalla de imponer su criterio, aunque vaya en contra de la legislación vigente.
Los más capullos incluso se sienten “dolidos” por no haberse salido con la suya en situaciones insostenibles. El pícaro fracasado sigue con sus artimañas para desprestigiar a quién ha descubierto sus fechorías, injusticias o maldades. Lo mejor es alejarse de ese tipo de personas tóxicas y centrarse en resolver conflictos buscando los intereses comunes del grupo. Soluciones ecuánimes de acuerdo a la ley y a los principios éticos.
“A abad sin ciencia y sin conciencia”, no le salva la inocencia.
Por supuesto, en toda cultura totalitaria se practica la CENSURA, con lo cual un heredero del “nazismo empresarial” o una “niña caprichosa con perreta” jamás admitirá posts como el que están leyendo. Hará todo lo posible por boicotear proyectos como VIAJAR, VIVIR y SABOREAR donde se escribe sin censura ni mordazas. Emitirá prejuicios sobre mi exitosa novela, EL TESTAMENTOS DEL GALLO, disponible en Amazon, o se dedicará a cuchichear falsedades sobre mi persona o sobre mi obra (sin haberla leído). Sin importarle los daños causados a la familia, a la empresa o a una organización sin ánimo de lucro que tan solo busca el bien para sus asociados. Tomen nota, una de las frases célebres de El Gallo es: “Amiguiños sí, pero a vaquiña po lo que vale”.
Ocurre en todos los ámbitos de la vida: en la política, en los negocios, en las juntas de vecinos y hasta en las mejores familias. Los capullos tramposos intentarán desprestigiar la imagen de su víctima y ejercerán la censura para acallar su verdad. Envenenarán al entorno; utilizando y manipulando a las personas más débiles y con menor capacidad de resolución. Harán ver lo blanco negro y los más cutres llegan a desoír la última voluntad del patriarca y hasta se atreven a cancelar los contratos firmados por su antecesor al poco de fallecer su propio benefactor. O ignoran los protocolos marcados por sus difuntos padres. La única salida en caso de conflicto en dichos casos es resolver las diferencias ante un juez. Con gente idiota e ignorante, que solo quiere aprovecharse del prójimo, no se puede razonar.
En la novela EL TESTAMENTO DEL GALLO, el abuelo utiliza un término en gallego: trapalleiros, en castellano es trapalero, se denomina así a los embusteros, charlatanes que cuenta historias fantasiosas que solo se las creen ellos mismos. El problema es cuando los trapalleiros ostentan el poder de una empresa familiar, pueden llegar a destruir la familia y la empresa. Y ni les cuento con una vivienda en propiedad compartida, se sienten los dueños absolutos a la hora de beneficiarse del inmueble, pero a la hora de pagar los gastos comunes a escote pericote. Y encima hasta se atreven a criticar los gastos más nimios. El acabose.
En El testamento del Gallo descubrirán a los trapalleiros de un imperio de huevos y gallinas. Frente a los falsos manipuladores se encuentran almas puras e inocentes como Mi ahijada Martina y su hermana Leyre que presentan la novela EL TESTAMENTO DEL GALLO, escrita por Alfredo Muñiz, disponible en Amazon
Ha nacido una estrella: Martina
EL TESTAMENTO DEL GALLO, escrita por Alfredo Muñiz, disponible en Amazon
