Artur Mas ha sido el gran vencedor y al mismo tiempo el gran perdedor en la convocatoria electoral catalana. CiU meterá en el congelador la consulta mientras Cataluña se vuelve ingobernable. Por unos meses el líder político ha desviado la atención del grave problema económico que vive Cataluña y de las cifras de desempleo creciente. Ahora llega la hora de rendir cuentas. ¿Cuánto se gastó en la campaña electoral?, ¿qué beneficios se han obtenido de las urnas?, ¿presentará su dimisión ante el desastre?
España no se encuentra en condiciones para despilfarrar dinero público en aventuras independentistas ni en viajes institucionales de «autopromoción» con cargo al erario público: El hotel de Artur Mas en Moscú a 1.600 € la noche en un viaje calificado de fracaso. Ahora Artur Mas tendrá que rendir cuentas de los gastos en embajadas catalanas y otros detallitos como las graves acusaciones emitidas durante la campaña. Entretanto millones de españoles buscan una oportunidad laboral para poder llegar a fin de mes.
De atleta Príncipe de Asturias a dependiente
Fabián Roncero fue olímpico en Atenas donde consiguió una medalla de oro y otra de plata, recibió un Premio Príncipe de Asturias de los Deportes. En nuestros días trabaja en una tienda de deportes de Santander, concretamente en Decathlon.
De arquitecto con éxito a hostelero indignado
Sergio Barragán es un arquitecto de Gijón, en su día dirigió un estudio con 17 empleados. Ante la crisis del sector se ha reconvertido en hostelero. En otra época logró proyectos importantes como la rehabilitación de la Universidad Laboral y del teatro Jovellanos o el Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo. En nuestros días se plantea traspasar su vinatería porque no le es rentable, ya no tiene dinero ni para pagar la hipoteca de su casa. La conclusión a la que llega este arquitecto es: «Pobre de aquel que no tenga padrino en una profesión en la que, además, hay muchas envidias, enemigos, y en la que somos demasiados».
Los que no tienen padrino buscan su oportunidad
La evolución es algo natural en el ser humano. A unas edades pensamos de una forma y según las oportunidades que la vida nos brinda podemos hacer realidad nuestros sueños. Las metas van cambiando con el tiempo. La experiencia, la formación y los circunstancias de la vida nos llevan por un camino u otro.
Mi sobrino Francisco me confesaba de pequeño que quería ser inventor. Su hermana Sofía, con cara de republicana, aspiraba a convertirse en princesa. Estas declaraciones infantiles suenan graciosas al no haber descubierto su verdadera vocación. Las ilusiones juveniles no son suficientes para triunfar en la competitiva selva laboral. En realidad, nunca sabemos con certeza cual será nuestro destino. Quizá la clave resida en hacer de nuestra profesión el mejor trabajo del mundo.
¿Cuál es el mejor trabajo del mundo?
Flexibilidad laboral, salarios bien remunerados, conciliación familiar son algunos de los aspectos más valorados para definir los mejores empleos. Algunas empresas montan gimnasios o conceden apartamentos de verano para contentar a su personal. Otras habilitan salas para dormir la siesta, disfrutan de horarios estivales y hasta de años sabáticos.
Entre tanto, millones de desempleados se conformarían con un sueldo digno que les permitiera pagar la hipoteca, cada uno tiene sus propias ambiciones. Todo depende del estrato sociolaboral en el que nos encontremos y de las oportunidades que la vida nos brinde. Las aptitudes se entremezclan con las desigualdades que desembocan en un círculo vicioso de difícil salida.
En una sesión de formación que preparé para un grupo de parados les puse un documental que se titula: “El mejor trabajo del mundo”, comienza en la oscuridad de una mina donde nos muestran sus condiciones extremas. A pesar de ello, el minero está orgulloso de su labor y manifiesta que sería mucho peor ser limpiador de lavabos. La siguiente protagonista es la encargada de un urinario público quien nos enseña satisfecha la pulcritud de sus aseos. Para ella, sería espeluznante dedicarse a la prostitución.
Con ojos de avellana, labios carnosos y cuerpo de “ensueño” vende el producto una caduca meretriz inglesa, especializada en látigo y cuero. Lorna, que así se llama la profesional, opina que la prostitución no es un oficio sucio porque lo realmente sucio es la mente de la sociedad. Ella nunca trabajaría en un matadero. Con la sangre hasta las rodillas nos recibe un matarife satisfecho de su cometido, y luego un embalsamador de cadáveres que hace de su funeraria una agencia de viajes hacia el más allá. Tras escuchar a una alocada telefonista que convierte el estrés cotidiano en una juerga permanente, regresamos a la mina, donde escuchamos la conclusión final de este reportaje: “Cuando tienes trabajo es conveniente convertirlo en el mejor oficio del mundo porque nadie conoce la verdadera oscuridad hasta que se encuentra en el paro”.
Informa Alfredo Muñiz
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