Hay quien dice que la vida es corta y es necesario una cucharadita de miel al día para ser feliz. Otros quieren viajar al más allá con sus reservas gastronómicas por si acaso. Y si no que se lo pregunten a los faraones egipcios. En nuestros días también en muchas culturas
continúan llevando los alimentos favoritos a los muertos del día de Todos los Santos, en países como México. Incluso en España aún se encuentran casos que vinculan la muerte con experiencias dulces. Así ocurrió con José Baragaño, un asturiano que falleció a los 87 años y que se declaraba apasionado a la pastelería. En la esquela familia no dudo en reseñar: “Al que tanto gustaban los pasteles”. Como homenaje quisieron organizar una dulce despedida, su hija Florencia Baragaño encargó media docena de pasteles con los que se incineró el cuerpo del octogenario.
Llambión es una palabra asturiana designada para llamar a los más golosos. En el caso del finado se eligieron: dos bollos preñaos, una casadiella, dos bizcochos, dos pasteles de almendras y un milhojas para el tránsito del difunto al más allá. D.E.P.

