Cuento cubano: de «Nonormal» a «A-normal»

El escritor cubano Eduardo Angarica Freire nos envía un cuento, desde La Habana, sobre el derecho a ser diferente y la lucha por la libertad a elegir. Todo ello en una dictadura donde otros dictan lo que se debe hacer. La oposición a las reglas establecidas es considerado traición. El desenlace desemboca en un desencanto ante cualquier idea política. Del absolutismo al relativismo que se puede convertir en dictadura. Recordemos que el relativismo es un concepto que sostiene que los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino que solo poseen una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de referencia. Y maticemos que el cuento está dedicado a todos los pueblos que sufren dictaduras, no solo a Cuba.

Interpretación de Alfredo Muñiz…, ¿cómo lo interpretas tú?

A-normal

Nonormal no quería caminar por la derecha, como hacían los demás, ni comer tres veces al día, tampoco comprendió por qué uno semejante a él, dictaba lo que otros debían hacer. Cuando comenzó a transitar por la senda izquierda, a leer de atrás hacia adelante y merendar entre las comidas, lo llamaron Nonormal. Nadie quería estar cerca de él, escuchar su nuevo nombre era escalofriante, algunos optaron por dejar de nombrarlo e incluso fingían ignorarle, era como si no existiera. Sin embargo, no siempre soportaron hacerse los desentendidos, en  especial el día en que él decidió buscar otra tierra donde vivir. Fue un escándalo, inadmisible, ilegal. Si todos se sacrificaban, resistían el peso de la vida en Tierra Nuestra, cómo permitir que Nonormal se librara impunemente y disfrutase de los beneficios de la Otra Tierra. Lo acusaron de traición.

Si bien el honorable Juez no falló por la pena capital, el sumarísimo juicio condenó a Nonormal a cadena perpetua y como pena adicional, tendría que aprender y ejecutar cada regla que violó en su corta vida.

El joven tenía en el presidio un instructor para caminar, le llamaban Correcto. El instructor le orientaba cómo circular siempre por la derecha y no obstruir a los que regresaban por la senda contraria.

—Ese es el problema —interrumpió Nonormal—. ¿Quién dijo que ellos regresan?

—Las reglas indican que si tú vas, los que caminan en dirección opuesta, regresan.

—¿Y si digo que yo regresaba y ellos iban?

—Entonces… no se puede determinar quién va y quién viene.

—Es por eso, Instructor, que no entiendo porqué solo debo andar por la derecha.

Correcto no insistió, se marchó cabizbajo, pero resuelto a volver al día siguiente para observar el comportamiento del alumno con otro instructor. Para entonces, Nonormal tendría que aprender a vencer la gula y comer tres veces al día. La instructora, de apellido Frugal, luego de una aburrida conferencia en la que explicó cuantas calorías eran suficientes para un joven, tuvo que responder a un inusitado cuestionario:

—¿Cuántas veces al día comen los animales?

—Ellos… comen cuando les apetece.

—¿Y cuántas veces se amamanta a un bebé?

—Cada vez que llora…

—Por último, Señora Frugal, ¿cuántas veces comen nuestros gobernantes?

—Eh… no lo sé… imagino que cuantas veces lo ordenen a sus sirvientes… Pero tú debes concentrarte en vencer la gula, Nonormal…

—Aún no entiendo porqué tengo que comer solo tres veces al día.

Frugal tomó sus pertenencias y se marchó desconcertada. El profesor Correcto anotó cada detalle de la sesión y decidió regresar al tercer día de clases con el instructor Vetusto, un anciano experto en escritura. Él le mostró a Nonormal cómo leer y escribir correctamente. Según la costumbre se hacía de izquierda a derecha, de arriba hacia abajo, de adelante hasta atrás. Correcto en su sitio subrepticio, se apresuró a apuntar las nuevas preguntas que formularía Nonormal:

—Profesor Vetusto, ¿En la Otra Tierra, a la que marcharé algún día, se escribe como usted dice?

—No… realmente, no… Lo hacen al revés.

—¿Y si somos nosotros los que estamos al revés de ellos, que escriben al derecho?

—Pero… ¿Cómo sabes que ellos están en lo correcto?

—¿Cómo sabe usted, que no somos nosotros los que escribimos mal?

—La única certeza que tengo es que soy muy viejo y estoy muy cansado para cuestionarme lo que tenía por verdadero.

Ningún catedrático quiso aceptar el empleo para instruir a Nonormal desde entonces. Sin embargo, los tres profesores lo visitaban cada día en el presidio por iniciativa de Correcto. Le llevaban alimentos para que comiera cuando el hambre asomara. Ensayaron con él a caminar por la senda izquierda e incluso inscribieron sus nombres en las paredes según los códigos de las escrituras de la Otra Tierra.

Cuando las autoridades advirtieron de la violación, prohibieron las visitas a Nonormal. Todo contacto con el exterior es peligroso, nadie debe acercarse o les comerá el cerebro, decían. Pero los instructores encontraron una manera de comunicarse. Pintaban carteles en los muros, en las plazas, en volantes y servilletas, por todas partes en cualquier material o soporte. Perturbaban el tránsito al caminar por la izquierda y ofrecían comida gratis fuera de los horarios oficiales. Aquel que se les acercaba para preguntar por qué hacían tamañas locuras obtenía la misma respuesta: Por Nonormal.

Ese nombre vibró en todas las ciudades. Lo mencionaban innumerables voces. Se imprimía en cada espacio propicio. Las autoridades temerosas, se empeñaron en borrar de la existencia a Nonormal, al punto de negar su existencia. Armaron una campaña para desprestigiar a los profesores y reprimían sus manifestaciones.

La causa de Nonormal incluso tocó las fibras más sensibles de sus carceleros. Dejaron de imponerle las medidas ordenadas por el juez. Lo acompañaban en las noches. Escuchaban sus argumentos y hasta se tatuaron en la piel el nombre de la filosofía del recluido: La relatividad. Sentían orgullo de mencionar el nombre que una vez despreciaron.

Las autoridades no tardaron en descubrir lo que sucedía en la prisión, pero no pudieron actuar a tiempo, porque los carceleros abrieron las puertas y una multitud de seguidores de Nonormal, irrumpió en el reclusorio y lo liberaron. Nadie respondió a las órdenes del gobierno, ni policías o militares. Nonormal había triunfado.

El viejo gobierno huyó en pleno y se refugió, en la Otra Tierra, temerosos de represalias del nuevo régimen, encabezado por Nonormal y su filosofía del Relativismo. El país era un remanso de felicidades. Se caminaba a gusto sin importar la senda, solo era preciso evitar los choques con otros peatones. Fueron abiertos puestos de comida. Se eliminaron las fronteras con la Otra Tierra e imprimieron libros en todas las formas de escribir y leer.

El poder de Nonormal se hizo estable y respetado. Nada de protesta ni cuestionamientos a las reglas que impedían mencionar al derrocado gobierno. Era prohibido ser absolutos en las decisiones y ordenaban la vida libérrima de los individuos. Ya nadie recordaba la historia y el gobierno relativista parecía el sistema perfecto para toda la vida, hasta que nació Anormal, el joven que fue condenado a prisión perpetúa en juicio sumario, por concluir que la relatividad total, del Presidente Nonormal, era otro modo de ser absolutos.

Eduardo Angarica Freire

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